Ven,
acércate. Quizás estés aquí por curiosidad. Quizás por interés o incluso por
puro aburrimiento. No sé cómo has llegado. Sea por el motivo que sea, aquí
estás. Entonces, quédate. Me gustaría contarte una historia: la mía.
No sé tú,
pero yo nunca sé lo que esperar de la vida. Siempre tan imprevisible, tan
insólita, tan ella. Una cajita de sorpresas. Hay personas que ven eso pronto; otras, como yo, se dan cuenta solo después de pegarse unas cuantas hostias de
las buenas. ¿El malo de la historia? Yo diría, más bien, "la mala". O
quizás no haya ni siquiera un villano. Incontables veces he culpado a las
expectativas, por hacerme ver más allá de lo que puedo ver, y en verdad no
hacerme ver nada. Las tales expectativas nunca se han correspondido a la
realidad, por lo menos no para mí. O algo no se acerca ni de lejos a lo que me
esperaba o sobrepasa totalmente aquello que me imaginaba.
Tres años
atrás yo no pensaba que viviría ni la mitad de todo lo que he vivido hasta
ahora, tampoco me hubiera planteado estar donde estoy en este instante. La vida
da tantas vueltas, ¿verdad? Percibí eso en el momento en que una decisión
cambió mi rumbo completamente. Mi historia estaba delimitada por los límites
territoriales de Brasil, y hoy me encuentro a un mar de distancia de ese país
que yo llamaba hogar. Quién lo diría.