Málaga es soñar despierta. Callejear y perderme. También encontrarme. Tener la sensación de 30 grados en la piel en agosto. O más. Conocer al viento caliente, infernal. Taconear por las casetas de la feria. Comer boquerones. Convertirme en boquerona. Saborear hasta el salitre. Tirarme al mar incluso sin saber nadar. Contemplar atardeceres desde el Muelle Uno. Atreverme a llegar a la cima del Monte Victoria. Pensar que es el Olimpo. Hacer un viaje en el tiempo.
Vitorear en el Teatro Romano. Descubrir los misterios de la Alcabaza. Sentirme reina sobre las ruinas de Gibralfaro. Idolatrar a La Manquita. Coleccionar museos. Visitar a Picasso. Olvidarme de sus siete nombres. Apreciar el arte callejero del Soho. Ver algún día a Antonio Banderas. Celebrar el cumpleaños del Cervantes. Equivocarme de parada. Buscar el faro y encontrar La Farola. Sorprenderme ‘pechá’.
Tomarme unas cañas en Pedregalejo. Mejor unas pintas. Tapear. Probar los espetos de sardina. Enviciarme. Chupetear los dedos. Pedir más ‘pescaito’. Que sea frito. El tinto de verano tampoco puede faltar. De postre, un helado por el paseo marítimo. Luego, un chapuzón en los Baños del Carmen. Ser casi sirena. Toparme con un cubo de Rubik gigante. O con una noria, que ya no está.
Aventurarme por el Jardín Botánico. Lanzarme a las aguas pantanosas de El Chorro. Deslumbrarme con el Caminito del Rey. Adentrarme en las cuevas de Nerja. Hacer nudismo en las playas de Maro. Asomarme al Balcón de Europa. Desear volar. Retar la noche. Esquivar a los relaciones públicas en pleno centro. Elegir discoteca. Bailar como si nadie mirara. Comerme un kebab a las cinco de la mañana. Jugar al escondite con el frío. Ir en pantalones cortos en septiembre.
Admirar la pureza de Frigiliana. Desmadrarme en Torremolinos. Tal vez en Marbella (habrá que ahorrar). Pasear por el Bulevar de San Pedro Alcántara. Oler las orquídeas de Estepona. Marearme con las curvas de Ronda. Volver a la capital para estudiar. Empollar las formas de pedir café. No acordarme de ninguna. Tomar un chocolate para disimular.
Y unos churros, por favor.
Calentar el alma. Enfriarla con un helado en invierno. Saciarme. Querer más. Impregnarme del olor a castañas. Maravillarme con las luces de Navidad. Asistir al espectáculo de la calle Larios. Entonar villancicos en voz baja. O en voz alta. Qué más da.
Pasar poco frío en Nochevieja. Quizá ver grumos de hielo cayendo del cielo en enero. Escuchar Tabletom. Colarme en el Festival de Cine. Sacarme una foto con algún famoso. Acompañar la Semana Santa sin ser religiosa. Zamparme un buen campero en Las Merchanas. Terminar con un vino dulce en El Pimpi.
Y volver a empezar.